Extracto del articulo “Los mil y un usos del dióxido de carbono, un ‘villano’ necesario de nuestro tiempo”

Por Marco Boscolo

Si el dióxido de carbono (CO₂) fuera un político, estaría preocupado por su mala prensa. Este gas de efecto invernadero es el principal contaminante responsable del cambio climático. Científicos, dirigentes y activistas no sólo intentan detener su producción, sino que quieren capturarlo directamente del aire y encerrarlo bajo tierra, donde hará menos daño. 

Sin embargo, este gas también desempeña un papel fundamental en la vida en la Tierra…

Los primeros descubrimientos 

La primera persona que planteó la hipótesis de la existencia del dióxido de carbono fue el científico belga del siglo XVI Jean Baptiste van Helmont. Después de quemar el carbón, observó que el peso de las cenizas restantes era inferior al peso inicial del carbón, lo que significaba que se había perdido algo de masa en el proceso. Van Helmont fue el primer científico que discernió los diferentes gases presentes en el aire que respiramos.

En 1772, el científico inglés Joseph Priestly también sintió curiosidad por los diferentes gases de nuestro aire e identificó el elemento oxígeno. Priestly desarrolló una forma de inyectar agua con dióxido de carbono, inventando así el agua con gas. Más tarde aisló el monóxido de carbono.   

No fue hasta 1896 cuando el científico sueco Svante Arrhenius relacionó el dióxido de carbono emitido por la quema de combustibles fósiles con el calentamiento atmosférico.

Un ingrediente moderno en la industria alimentaria 

El dióxido de carbono que se vende para uso comercial se obtiene como subproducto de la fermentación de combustibles como el etanol o la producción de amoníaco. 

Cuando se congela, forma hielo seco, que se utiliza para mantener los alimentos fríos durante largos periodos de tiempo y para enfriar rápidamente la maquinaria caliente utilizada durante la producción de alimentos.

A diferencia del agua, que pasa de sólido a líquido y a gas cuando se calienta, el dióxido de carbono pasa directamente de estado sólido a gaseoso, lo que evita la formación de charcos.

Una vez producidos los alimentos, el dióxido de carbono es esencial para conservarlos en su envase. Las altas concentraciones de este gas impiden la propagación de las bacterias. En los productos horneados, penetra en las burbujas de aire, impidiendo la formación de moho y hongos.

Cuando el dióxido de carbono entra en contacto con el agua presente en el envase, la reacción química de las dos sustancias reduce el pH del entorno, lo que también ayuda a conservar los productos horneados. 

Y cuando esos alimentos frescos y envasados llegan al supermercado, son una alternativa sostenible a los refrigerantes comerciales que ayudan a prolongar su vida útil. Desde la década de 1980, se ha utilizado como refrigerante un potente gas de efecto invernadero llamado hidrofluorocarbono, pero los nuevos sistemas de refrigeración son capaces de enfriar eficazmente los alimentos con dióxido de carbono. 

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com a partir de un artículo publicado en italiano en nationalgeographic.it.

https://www.nationalgeographic.es/medio-ambiente/dioxido-de-carbono-por-que-es-malo-y-bueno

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